Aunque la pandemia ha cambiado la forma en que trabajamos y valoramos nuestro tiempo, el significado fundamental del trabajo sigue siendo crucial para nuestra sociedad. Desde proporcionar seguridad económica hasta fomentar nuestra identidad y conexión social, el trabajo desempeña múltiples roles esenciales en nuestras vidas. Viktorija Proskurovska, de la Confederación Mundial del Empleo (CME), lo explica a través de la jerarquía de necesidades de Maslow: primero, el trabajo nos proporciona estabilidad financiera, pero luego pasa a ser una fuente de identidad, propósito y crecimiento personal.

A pesar del auge de modelos laborales más flexibles y de la reducción de las horas trabajadas en muchas regiones, los datos globales muestran que la participación laboral ha crecido en los últimos años. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el desempleo mundial disminuyó rápidamente tras el pico alcanzado durante la pandemia, bajando al 5,3% en 2022, una cifra incluso inferior a la de 2019. Esto indica que, a pesar de los cambios en las preferencias y hábitos laborales, el empleo sigue siendo un elemento central en la vida de la mayoría de las personas.
Las diferencias en la percepción del trabajo a nivel mundial también son notables. Mientras que en economías desarrolladas como Reino Unido y Estados Unidos, entre el 73% y 80% de los trabajadores consideran que el trabajo es un aspecto importante de sus vidas, en países como Filipinas e Indonesia este porcentaje alcanza el 99%. Esto refleja no solo diferencias culturales, sino también económicas: en los países en desarrollo, la necesidad de estabilidad financiera hace que el trabajo sea percibido como un elemento indispensable.
En este contexto, las empresas deben adaptarse a una fuerza laboral cada vez más diversa en sus expectativas y necesidades. La flexibilidad se ha convertido en un factor clave, al mismo nivel que el salario, según lo indica una encuesta de la CME en la que el 83% de los ejecutivos reconoce que los trabajadores valoran la flexibilidad tanto como la compensación económica. Además, el 82% de los encuestados señaló que la idea de una única trayectoria profesional de por vida ha desaparecido, ya que cada vez más empleados buscan variedad y oportunidades de desarrollo continuo.
El auge de contratos temporales y basados en proyectos es una respuesta a esta nueva realidad. Profesionales altamente demandados, especialmente en áreas tecnológicas, están optando por trabajar por proyectos en lugar de aceptar puestos fijos, lo que les permite diversificar su experiencia y desarrollar nuevas habilidades. La Dra. Anna Gurun, del instituto de investigación británico HSM Advisory, señala que este modelo beneficia tanto a los trabajadores como a las empresas, ya que promueve el intercambio de conocimientos y la innovación dentro de las organizaciones.
Por otro lado, las empresas también pueden fomentar el desarrollo de sus empleados desde adentro, ofreciéndoles oportunidades de crecimiento sin necesidad de abandonar la organización. Un ejemplo de ello es Bosch, que ha implementado un sistema interno donde los empleados pueden registrar sus competencias y ser considerados para nuevos proyectos o roles dentro de la empresa. Esto no solo les permite ampliar su experiencia, sino que también fortalece el compromiso con la organización al ofrecerles una trayectoria de desarrollo personalizada.
A pesar de los cambios en las preferencias laborales, el trabajo sigue siendo una fuente de ingresos, dignidad y estabilidad. Para las empresas, entender esta transformación es clave para seguir siendo competitivas en la guerra por el talento. Adaptarse a nuevas formas de trabajo y ofrecer oportunidades alineadas con las expectativas de los empleados no solo es una estrategia efectiva para atraer talento, sino una inversión en la sostenibilidad del negocio en el largo plazo.